miércoles, 31 de agosto de 2016

VALORANDO LO INVALORABLE


La ignorancia
es de aquellos que creen
que porque te ignoran
tú has dejado de existir.
Y existo
porque pocas cosas me sorprenden,
que puedo parecer lo mismo
y lo mismo te parece
que quieres parecer sin parecerlo.
El que puede y quiere
el que puede y no quiere
el que quiere y no puede
el que ni puede ni quiere.
Cualquier día
nos encontramos por la calle
y habrás resuelto
el acertijo
o, tal vez este poema
tenga la voluntad de terminar con lo ajeno
aunque prefiero
que termine
por causas ajenas a mi voluntad.


José Manuel Acosta.

RETALES DE VIDA


Sólo la muerte olvida
y me senté a escribir un poema para ti.
Que no hable de la soledad
que lo trae todo hecho
con postura inclinada,
ni de recuerdos
ajenos a lo que todavía existe,
ni del silencio baboso
incapaz de poner
una palabra detrás de otra.
Le falta de todo a las horas
que esperan detener mi memoria
sin saber que es incapaz
de borrar la del corazón.
Me he asegurado
que todo huela a ti,
para que cuando
se amontonen las flores
que disimulan los te quiero,
sepas que me fui tranquilo
respirándote.
Donde estén nuestros cuerpos
es lo de menos,
es imposible poner distancias
a quien se ha amado.


José Manuel Acosta.

DE REGRESO


Va transcurriendo el día,
gimen los innecesarios
que caminan con su pena ficcticia.
Voy depilando las aceras
mientras me visto
de paso largo
para llegar impaciente
a los gritos
que aún no conozco.
Me saluda el propietario
de las esperanzas perdidas,
el inquilino que vive
en la habitación del miedo
y el que sube las escaleras
después de perderlo todo.
Detrás,
viene el de los reproches
con su ordinario bostezo
rumiando el salistre
del pensamiento.
Y corro.
Corro junto al tiempo
perdido como un eco muerto,
como los mañana
en un campo de concentracion nazi.
Me visto de existencia
y pienso que los posibles
no renuncian a los límites,
que todos
podemos romper las cadenas
que nos atan a este mundo,
que siempre hay una mueca.
Que nada es definitivo.
Que las consecuencias
están de paso.


José Manuel Acosta.

EL ESPEJO


 Me puse la camisa de color herida,
abroché las lágrimas
y aprendía a llorar antes que a sonreír.
De noche, los poetas tenemos
mucho de ladrones,
le robamos a los recuerdos media vida
y buscamos en el cielo
que descienda lo perdido
para que el olvido no se quede huérfano.
Luego, te das cuenta
que la soledad nos hace envejecer
más rápido que el tiempo
y hueles a cicatrices que no se ven.


José Manuel Acosta.

UNA ORACIÓN POR TERMINAR


Escribo con clemencia
como la horizontalidad
de los que buscan el olvido
con puntos suspensivos.
Hasta podría parecer un poema
cuando deje de respirar
porque han servido
para acortar distancia
entre los sentimientos.
Mi corazón
nunca estará del lado
de los muertos.
Morir no nos dignifica;
las oraciones
tampoco limpian la conciencia
aunque me resucites
cuando me leas.


José Manuel Acosta.