lunes, 19 de diciembre de 2016

Le he pedido a la luna
que escriba poemas,
que ponga las estrellas
en forma de sueños
si es que a los sueños
se les pueden formar,
y nos ilumine cuando
llueve por dentro.
Los héroes anónimos
no tienen nombre
pero cultivan gestos
cuando a otros se les desgastan.
Al final te das cuenta
que los desagradecidos
viven más solos
que la soledad de quienes aman.
Mi árbol de Navidad
no lo copa una estrella que alumbre,
que nos guíe el camino, sino un corazón para que no
se pierdan las posibilidades.
El amor es algo universal
e indivisible que algunos
se empeñan en dividir.
Si hay algo más importante
que el amor
que me lo expliquen con argumentos.


José Manuel Acosta.

AMOR DE POBRES


Me levanto con los amuletos de la suerte,
tengo miedo de mirarme
en el examinador de conciencia
cuando me peino y sólo una verdad
irónica sonríe de soslayo.
Los viejos otoños se quedan
sin libros de amantes
y hay más suspensos que aprobados
en las plumas muertas.
En los suspiros de las farolas
se alumbra el miedo
de los que se besan a oscuras
robándole palabras a los sueños.
Cada momento de felicidad
está lleno de gente
mirando el obituario de los periódicos.
- Cuando hay ángeles entre las estrellas
es porque hay padres
que se han quedado sin sueños-
El hambriento no se sacia
esperando compasión,
las oraciones pierden su virginidad
con más vergüenza que gratitud
y todos nos miramos los bolsillos
desahuciando nuestra propia existencia.


José Manuel Acosta.
Los niños balanceándose en el columpio de los sueños.
Un comedor social cerrando la puerta del hambre, los saciados pidiendo monedas con faltas de ortografías esperando oír el sonido de la hipocresía.
Dos borrachos se pelean para encontrar la calle del destino,
de puntillas los errores pasan por su lado.
Las heridas llorando en la barra del bar fingiendo lo bien que le va la vida mientras mueven el café con cara de circustancias.
Los que parecían volvieron aparecer dando ejemplo de buenos sentimientos.
De regreso a casa, en una residencia de ancianos un auxiliar fregaba el último plato de la soledad.
Me acosté después de disfrutar de una noche de alumbrados navideños.
A la mañana siguiente me despertó un rayo de luz
que no pude llevar a ninguna parte.


José Manuel Acosta.
Aquel día me había dilatado su eterna mirada, distraída,
con el fluido lenguaje del silencio que jugaba a pintar saliva en mi boca y por un instante pensé,
qué palabras usaría Lorca para describir la belleza.
Por aquél entonces me precedía la fama del chulo piscina, el de los ojos con acento verde y canciones de Travolta en los andares.
Los que condenan suelen ser gente torpe porque sólo era un decrepito monitor de natación y corazón de poeta.
Ella estaba allí,sentada en los escalones del cine como si fuese el título de la película que ni siquiera recuerdo.
¡ Al diablo con la película ! si ya la estaba besando con la mirada aunque ella se hacia la interesante, creo que intuía que me interesaba ¡qué coño! acababa de descubrir la molécula del amor.
Desde ese día no he parado de hacer versos, de intentar poner palabras que no siempre ordeno bien.
Habré escrito tantos poemas como latidos dio aquél día mi corazón, unos tres mil he llegado a calcular "malamente" tal vez fueran incluso más.
De aquello hace sólo treinta y seis años y cada gesto de ella me recuerda que el tiempo no ha pasado si mi amor sigue buscando su mirada distraída.
Dicen que con los años se va el amor y se quiere por costumbre,
yo he dejado de querer por costumbre para amar con el corazón.
Ella me llama poeta porque sabe que soy un aprendiz leyendo su cuerpo.


José Manuel Acosta.

martes, 6 de diciembre de 2016

CESÁREA DE UN POEMA


El cenicero lleno de colillas,
no sé cuántas palabras me habré fumado ya.
Me inyecto los verbos que se han marchado
me ha crecido la barba que está a medio morir
y vuelvo a besar las hojas blancas
que se han quedado entre
las sombras de los cajones.
Mi pluma se arruga
cuando la acaricio,
me quita las legañas
si me aprieta el hilo de las heridas
o hago garabatos entre paréntesis
para que no se vaya lo que escribo.
Tal vez me tomo el café medio frío
para recitar poemas
que nada saben sobre mí.
El cenicero lleno de colillas,
no me cabe más humo en los pulmones
he apagado mis últimas palabras
y mi pluma me dice
que ha roto aguas
y está a punto de parir.


José Manuel Acosta.

UN EXTRAÑO



A mis letras les puse caviar de estrellas
cuando la luna destripaba mis poemas.
Algún grito empalaga la oscuridad,
sé que llevo en los bolsillos
arena de ninguna parte
que recogí en las debilidades
y llevo una hora en la primera letra
de la tristeza.
Me gustaría que fuese
sábado por la noche,
emborracharme entre sus piernas
cuando me deja el ombligo a cuadros,
que mi almohada
envidie lo cotidiano
porque mi sangre haya perdido la memoria.
Puede que hasta me quede en silencio
si veo mi calavera tragar saliva
porque he pasado de moda
y tengo dudas hasta de si existo.


José Manuel Acosta.