Hablo ese idioma cuando la luna se desangra,
y me entretengo con los verbos
por si dejo de respirar
mientras hablo con el calendario que se traga los días,
e intento recuperar esos momentos
en los que me he querido mucho
aunque las palabras
caducan cuanto más vida cumplo.
Rompo los silencios
que tratan de hablarme a su manera,
pongo esa canción que viene a mis labios
porque la sonrisa
se ha hecho la muerta
y tú estás pretendiendo aparentar otra edad.
Se han ido demasiados agostos
y te das cuenta,
que te gustaría tener a tu profesora
enseñándote a escribir,
que te corrija las faltas de ortografía
y llegue la hora del recreo
porque hay una niña que te gusta,
y, cuando ya sabes restar,
lo primero que has aprendido
es a sumar tu primer desengaño.
La vida pasa tan deprisa
que apunto de cumplir cincuenta y tres años,
te das cuenta que no has aprendido nada de ella.
José Manuel Acosta.
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