Hay momentos en la vida, en los que necesitas detener el tiempo,
repasar los años hasta llegar en lo que te has convertido y empezar a
evaluar si ha merecido la pena, sentarte en ese espacio de tiempo donde
las fotografías acaparan un pequeño instante, un segundo de tu vida pero
que cada vez que los abres, será un instante nuevo, un tiempo lleno de
recuerdos que se hace tan presente como tú mismo, ahí te das cuenta que l
o has comprado casi todo menos el tiempo.
El tiempo no pide disculpas, sale pitando a las primeras de cambio y te deja con cara de tonto,
como si no hubieras pertenecido a él y en realidad, es que nunca hemos
pertenecido al tiempo, solo hemos sido un pequeño instante , simplemente
eso, un instante.
De esos instantes, hemos detenido la propiedad
que él tiene sobre nosotros porque de vez en cuando la casualidad
volverá a encontrarse con nosotros, que es cuando verdaderamente nos
damos cuenta que estamos vivos de milagro.
Hoy me he sentado pacientemente a observar todos los años que se me han ido,
todos por los que he llorado cuando la gente a la que he querido están
en un segundo, el que dura el recuerdo eterno y parecen que nunca
quieren abandonarnos porque crees que están en la habitación de al lado
esperando a que abras la puerta y te den un abrazo, pero no, el tiempo
no nos ha dejado que podamos cumplir esos deseos y te encoges de hombros
sin darte cuenta que ése maldito tiempo nos ha castigado severamente
porque no hemos sabido aprovechar todos los instantes que nos ha
proporcionado, creyendo con nuestra inútil apariencia de sabelotodo que
ya vendrían más aunque se han quedado en los negativos de las
fotografías.
Un sabio de carácter fuerte como yo, pero que no está reñido con la nobleza que puede tener el corazón, me dijo:
-la vida te puede parecer muy larga, llena de problemas, de facturas
sin pagar, de que no llegas a final de mes y estás harto de trabajar
creyendo que nada de lo que haces tiene recompensa, pero un buen día, te
levantas a orinar y observas que sólo orinas sangre, que disimulas para
no preocupar a nadie aunque sabes que el tiempo ya ha marcado tu
destino. Antes de que nada de eso pueda llegar a pasarte a ti, aprende
que lo verdaderamente importante de la vida no es el tiempo, si no los
instantes que has dejado ir sin saber que eran los más importantes de tu
vida, y a los que amanezcan contigo, dedícales todo el tiempo que
puedas porque el tiempo, ése maldito tiempo, está esperándote siempre a
que te quedes sin fuerzas.
José Manuel Acosta.