lunes, 19 de diciembre de 2016

Aquel día me había dilatado su eterna mirada, distraída,
con el fluido lenguaje del silencio que jugaba a pintar saliva en mi boca y por un instante pensé,
qué palabras usaría Lorca para describir la belleza.
Por aquél entonces me precedía la fama del chulo piscina, el de los ojos con acento verde y canciones de Travolta en los andares.
Los que condenan suelen ser gente torpe porque sólo era un decrepito monitor de natación y corazón de poeta.
Ella estaba allí,sentada en los escalones del cine como si fuese el título de la película que ni siquiera recuerdo.
¡ Al diablo con la película ! si ya la estaba besando con la mirada aunque ella se hacia la interesante, creo que intuía que me interesaba ¡qué coño! acababa de descubrir la molécula del amor.
Desde ese día no he parado de hacer versos, de intentar poner palabras que no siempre ordeno bien.
Habré escrito tantos poemas como latidos dio aquél día mi corazón, unos tres mil he llegado a calcular "malamente" tal vez fueran incluso más.
De aquello hace sólo treinta y seis años y cada gesto de ella me recuerda que el tiempo no ha pasado si mi amor sigue buscando su mirada distraída.
Dicen que con los años se va el amor y se quiere por costumbre,
yo he dejado de querer por costumbre para amar con el corazón.
Ella me llama poeta porque sabe que soy un aprendiz leyendo su cuerpo.


José Manuel Acosta.

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