martes, 1 de julio de 2014

SED

Tengo aprendida la retórica de tu cuerpo
con la insaciable plegaria
de mis manos,
que son esclavas de tus efervescentes pechos
mientras voy poniéndole
hedónicos acentos
a la memoria que hay entre tus piernas.
Me gusta su euforia creativa
transformándome en leyenda erótica,
creciendo dentro de ti.
Soy el silencio ahogado
en tus exuberantes pezones
que muerden mi aliento
desangrándome por tu piel desnuda,
buscando fecundar el tono de mis palabras.
Me gusta cuando te acercas
para escribirme con tu lengua
todos los deseos guardados.
Cuando te bebes la vida,
yo me ausento
como si no hubiese un mañana.


José Manuel Acosta.

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