domingo, 18 de septiembre de 2011

CUANDO UNA LÁGRIMA SE PUEDE LEER

Aun estoy vertido en mercedes,
asentado en estrellas de desvelos y olvidos
comido por orillas de recuerdos
entre paredes de deseos
y martillos de incertidumbres.
Veo las mañanas masticando las noches,
engullendo los sueños
que dormitan en mi ventana
y acercándome a ese espacio,
me llevó Bécquer y sus golondrinas
a vivir otros lares
porque mi aliento literario hoy,
necesita preposiciones que me hagan depender
y mi corazón derribe las ventanas
donde haga nido mi alma.
No brota la semilla sin riego constante
ni letras que una voz las cante
ni poesía que una musa no plante.
Hoy, que extraño tantas cosas en esta vida
no encuentro al ave
que surque mi cielo,
pero tampoco espero verdugos
que corten mis alas.


José Manuel Acosta.

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