lunes, 2 de marzo de 2015

MISA DE DIFUNTOS

Tenía esa mirada que solo el tiempo puede dejar
cuando parpadean los silencios
respetando el dolor que tantas veces
se muestra indiferente.
Sus necesidades caminaban en la memoria
sufrida de los penitentes porque a los dioses
se les olvida las obligaciones con sus fieles.
Me miró, como quien sanciona
las horas que nada cambian y te mantienen
en una asimetría con el presente
porque los años no tienen nada que perder.
Con una voz que no beneficia a nadie,
me invitó a pasar al salón, aquello
parecía una cofradía de reivindicaciones,
el olor a cisco me hizo retroceder
a la infancia de los valores,
a la cocina con olor a pestiños y miel.
Por un instante me detuve frente
a la ropa camilla recordando mi pasado
donde las risas no tenían horario
creyendo que sería así para siempre.
Mantuvimos una larga conversación,
de esas que van cosiéndote por dentro
y dejan tu pundonor a la altura de una mierda.
Me levanté y recorrí los escasos pasos
que había hasta el aseo ( yo lo llamo cuarto de baño) porque es donde te quitas tus miserias
y te lavas la hipocresía que has llevado
durante todo el día.
Me despedí con un gesto de agradecimiento
austero para ocultar el duelo
que había dejado en mi corazón.
mientras, en la iglesia de al lado,
las campanas tocan a muerto
y las flores están de oferta.



José Manuel Acosta.

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