sábado, 9 de mayo de 2015

EL CAFÉ DE MIGUEL


Movía tanto el café, que cuando tomaba el primer sorbo, ya estaba frío; no tenía nada especial en lo que pensar excepto recordar el tiempo vivido.
Miguel se esforzaba en construir sueños que le mantuviesen despierto suplicando que la noche no tardase en llegar, siempre tuvo miedo a morir dormido y no poder prepararle a su mujer al día siguiente su taza de leche con café.
Mientras la mira, le señala con el dedo una fecha en el calendario.
-¿recuerdas ése día cariño? Estabas tan guapa, la verdad es que siempre lo has sido;
aún recuerdo cuando bajabas a coger agua de la fuente y cómo los rayos del sol se reflejaban en tu pelo,
parecía que el cielo te estaba besando.
Miguel no paraba de hablar hasta bien entrada la noche, pero aquél día llamaron a la puerta interrumpiéndole.
-Buenos días Miguel, le traigo su periódico, siento mucho lo de su esposa.
Se dirigió a su habitación absorbiendo todo el oxígeno que podían sus pulmones,
se echó sobre la cama abrazando fuertemente la almohada
y suplico en voz alta
-llévame contigo, amor.


José Manuel Acosta.

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