como el eco desparramado
en las montañas,
como un beso
crucificándome la piel
o las palabras,
que vuelven
después de haberse ido.
Y ya ves
que mis lágrimas
no son de chocolate,
ni la bolsa de Judas
tiene valor,
que los intereses
no tienen días de fiestas
ni la conciencia
tiene vacaciones
y ser y estar,
no significan lo mismo.
José Manuel Acosta.
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