lunes, 29 de diciembre de 2014

EL ÁRBOL DE LAS NARANJAS AMARGAS

Ordenó hábilmente su sonrisa,
cerró los párpados
y buscó un recuerdo perdido
donde la soledad no sospeche
porqué el genocidio
de las lágrimas se hace invisible.
Se preparó un café
con cuatro terrones de azúcar
con la intención de borrar las pelusillas
que quedan después de saborear la amargura.
Se llevó la mano al corazón
mientras apuraba el último sorbo del olvido
y le preguntó al silencio
si quería llorar con ella
-siempre hablan bien de ti porque dicen
que llevas más verdad que las palabras.
Miró a su alrededor con ironía
y dejó que sus labios
se quedaran fríos.
En la calle,podía escucharse
los aullidos de un perro
que estaba oliendo la soledad y
arañando la puerta del auxilio.


José Manuel Acosta.

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