Frío, en la dignidad doblada,
cuando sigue siendo blanco
el pañuelo
que limpia las heridas.
Frío, el hambre aprendiendo idiomas
con triste color de azafrán
y la jerga con la lengua rota.
Frío el sueño que vuelve solo
el humo de los huesos
en el cenicero de las derrotas
y frío los pechos ambidiestros.
Frío el cauce de los ríos
donde se apagan
las voces despeinadas
y frío los ojos tartamudos.
Frío, cuando se pudre la vergüenza
de las flores
recogiendo oraciones embalsamadas.
Frío, cuanto dura el frío.
José Manuel Acosta.
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