martes, 27 de enero de 2015

LA PALABRA QUE AYUDA

Me encontré una sonrisa
de las que no se olvidan,
porque no están dispuestas a morir.
Me encontré una lágrima
de las que obtienen el consuelo de visita,
porque sale más barato
no salir a ninguna parte.
Se sentaron a mi lado
- quedaría tan bonito decir flanqueándome, pero es mucho más fácil que todos nos entendamos a que me entiendan solo los regominaos-
ella, la sonrisa, tenía un tono descuidado, demasiado alegre para mi gusto, pero pensé que si es la sonrisa era normal su felicidad.En el lado opuesto, como si se tratase de un combate de boxeo, la perdedora a priori, la lágrima, fatigada, triste y apagada deseosa del consuelo ajeno y tímida, muy tímida.
Pasado un tiempo y una vez has logrado ponerlas de acuerdo para sentarse juntas,
te das cuenta que ni la risa era tan feliz
ni la lágrima tan triste, simplemente a veces
es necesario un cambio de papeles
- aquí también quedaría bonito decir roles, pero siempre me ha sonado a reloj de oro, al de antes, los engominaos-
porque cuando consigues meterte en la piel del otro; empatizar ( no confundir con empalizar)
llegas a ser más humilde y escuchas como
te humilla la arrogancia.
A veces no se trata de estar en silencio, ese del que tanto dicen que es muy inteligente, no, no,
de lo que se trata es de tener
las palabras adecuadas.


José Manuel Acosta.

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