Mis palabras guardan las formas del silencio,
porque mi voz va tejida a ellas desnudando todas las lunas
posibles
cuando un espasmo de
auroras se traga el epígrafe de la noche.
Y ahora yo te digo,
que me gustaría mojar tus labios de palabras rotas
y beber de tu lengua fría la propia vida,
ser el cordón umbilical de tu sonrisa,
de maquillar el cansancio abandonado de tus ojos
si el dolor de tu mirada alimenta mi sangre.
Quisiera ser la felicidad que se resiste
cuando la amargura va dejándote pequeñas cicatrices
y nadie intenta socorrerlas.
Quisiera ser quien observa tus pasos
cuando te acercas desnuda a la cama de los sueños,
hundiéndote en mi almohada caliente de lágrimas fecundas
aunque no encuentre la verdad vestida de mujer.
Y ahora yo te digo,
que me palpita esta necesidad abierta
de tenerte, aunque me escueza tu nombre
como el alcohol en las heridas.
José Manuel Acosta.
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