No me digas tantas palabras bonitas,
ni me digas que para calmar el dolor necesito ver el lado positivo de la vida
cuando en ella no estás tú.
Sólo necesito un verso tuyo en mi boca que le haga una circuncisión a mi lengua y la dejes muda para siempre.
Sólo necesito un verso tuyo en mi boca que le haga una circuncisión a mi lengua y la dejes muda para siempre.
Si me encuentro solo en un vacío de
silencio, donde los pensamientos nada construyen
donde las alamedas del alma quedan
maltrechas por mantenerse viva en un engaño,
entonces y sólo entonces, dibujaré con
la pubertad de mis ojos un armisticio de evolución constante que con el alba a
cuestas, construya muros para no dejar pasar la indiferencia.
Dejaré sin clemencia algún insomnio
acostumbrado a caer al vacío de las derrotas,
a esa programada costumbre de ser lo
que no somos por la simple comunión de las apariencias , de ser el principio de
un epigrama , de una vida ficticia que conduce a tu propia derrota cuando solo
en tu agónica soledad, verás el triunfo de los fracasos rodeando tu cuello.
De vez en cuando me gusta asomarme
al balcón de los indiferentes para verlos pasar por las calles de los
amnistiados de conciencia, me gusta verlos pasar porque veo como escarban en su
propia miseria.
Reconozco que ni he sido ni soy un
santo, pero cuando de mi boca salga un te quiero
en busca de su destino, estarás viendo
íntegramente todo mi interior disfrazado de armadura para que nadie vea, mi
propia vulnerabilidad.
José Manuel Acosta.
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