Yo escribo en pasado porque, la soledad es un castigo cuando
surgen los recuerdos y siempre hay un
vacío que llenar si me llamo a mí mismo, Sé que me voy a levantar cada mañana
con un suspiro, con un silencio colgado de mis pestañas porque la boca de la
noche, mordió mi cuello hasta degollarme salvajemente mientras mi espejo iba
contando las horas del reloj de la muerte.
Y no, no me importa morir porque ya he compuesto todos los versos
que quería, aunque no he dado todos los besos que me gustaría, ellos se resistieron
a mi boca seca, cruda y despiadada cada vez que intentaba apartarla de la
conciencia que no tiene el corazón, porque la perversa realidad está
acostumbrada a ir de hurtadillas por la vida.
He puesto el diccionario al servicio de mi lengua, como las
palabras que hieren cuando el filo de la vergüenza no tiene límites.
Le he dejado a las noches todos mis sufrimientos, todas mis agonías,
mis temores y hasta libaba mi sangre rota de fracasos sin dejar un instante a
recomponerme, le regalaba la invencible estirpe de mi pluma, la que siempre
acompañó mis desvaríos, la que me hablaba sin desprecio, la que buscaba mis
caricias y comprendía la burla del destino que cada día se afanaba más en las
intenciones de la guadaña, hasta le regalé todos los secretos que guardaban mis
heridas y ella, me dio lo absoluto del verbo, la estrella de cada adjetivo
Y así, me convertí en el amante más fiel de la noche en el protagonista
que entretenía a la vida con juegos de palabras, así nací yo, así nació el
poeta, el hombre de simple rostro y con un poder extraordinario en sus manos ¡sí!
Puedes decirlo sin miedo, soy un egocentrista empedernido un narcisista deteriorado pero soy yo, poeta y estoy muriendo igual que tú, con la diferencia que yo me estoy dando cuenta y no tengo miedo
de hablarle a mi propia muerte.
José Manuel Acosta.
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