Háblame de las esperanzas perdidas
de aquella búsqueda de la felicidad
agazapada en rincones inhóspitos de mi mente,
mientras bebo del beso cansado
cuando la mirada no enciende las noches
ni me hacen reproches las heridas,
que están enjauladas en latidos
aunque tiembla el alma de amargura
y el dolor recorre mi almohada
sin una sola caricia.
No quieras escribir en mi piel
una despedida
si se están borrando las horas
de las manos
que te escribieron mil y una poesías,
porque la soledad no pone acentos a los fracasos
ni yo estoy curtido en ese cariño
que nadie supo darme
y solo mis versos busca
para poder consolarme.
José Manuel Acosta.