sábado, 8 de noviembre de 2014

A TRAVÉS DE SUS OJOS


La miro a los ojos,
como quien mira un vacío impertinente
cuando la esperanza se oculta detrás de las puertas,
como la costumbre de la tristeza
de pasear por callejones oscuros.
Sus lágrimas no llevan apariencias invisibles
porque la tristeza se escribe con sal
y es soluble en el dolor del alma.
Me cogió la mano con el miedo
que llevan los árboles en invierno,
buscando redimir el sufrimiento
con el torso desnudo de las heridas.
Guardó sus palabras en mi hombro
para sentir el reclinado pésame de la muerte
llevándose sin resistencia la vida,
preguntando si es posible
resignarse al recuerdo.
La miré, con esa falsa peculiaridad
que llevan los no pasa nada
cuando los pecados se asoman
en posición supina.
Recliné su cabeza en mi pecho
para que oyera los latidos
que escribían sonrisas al viento,
y me fui muriendo con ella.



José Manuel Acosta.

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