domingo, 2 de noviembre de 2014

SÓLO ES UNA VIEJA

Abrió los ojos con sorpresa
mientras en su boca
daba vueltas la soledad
fingiendo.
En la cómoda,
una fotografía, acumulaba
el paso del tiempo
con pequeños trozos de recuerdos
que la despertaban
en mitad de la noche
haciendo más larga la espera.
Su respirar,
sin ése lenguaje de palabras
que no llega a ninguna parte,
era cansado, como quien
ya no espera nada de la vida.
Vistió su lengua de fonética
como si quisiera
traspasar los suspiros
pálidos de sufrimiento.
Más abajo de su garganta
donde se clavan los malparidos,
los que nada concluyen,
ayuna el corazón
acostumbrado a perdonar
sin olvidar.
Sin decir nada, se dejó morir
para encontrarse
con quien la mira con cariño
desde una cómoda.


José Manuel Acosta.

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