martes, 18 de noviembre de 2014

IDA

Miró hacia atrás esperando la casualidad
de sus miradas, acortando la frontera
que había entre sus labiós al insinuar un beso.
Se produjo un silencio
que empalideció la despedida que debía regresar
sin hacer ruido.
La noche anterior habían discutido como quien discute para saber cuánta sal tiene el mar.
Se quedó sentado en la rutina
murmurando las razones que
amputan las palabras objeto de reconciliación.
En el teléfono, el sudor intranquilo deja su huella
cuando suena como una alarma.
Al otro lado, la respiración se siente arrepentida
entre suspiros cuando el corazón habla recitando.
Se arrojó al vacío de las calles llenas de gente
porque la llamada demandaba prisa,intuyendo
que el tiempo limitaba la verdad.
Un lo siento cabizbajo, retrocede a la noche anterior intentando retomar las distancias por los largos pasillos del hospital.
Cubierta por una sábana, estaba la muerte
intentando pedir perdon que como casi siempre,
llega tarde a los difuntos.
Le entregaron lo único que se había salvado
del accidente que tuvo con el coche, un teléfono
que aún conservaba su aliento y un mensaje
de perdón.
La última vez que lo vi,supe que su vida,
sería un suicidio permanente
lleno de arrepentimiento.



José Manuel Acosta.

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