domingo, 2 de noviembre de 2014

LA LIBERTAD DE LOS TE QUIERO

Se me abrazó al cuello, por unos instantes
la sentí de gelatina, me susurró al oído
esa palabra que se acomoda con
descuido en el corazón y sientes
todas las posibilidades
que tiene el silencio,
pero sus ojos tenían el dolor
del vientre donde nace la vida.
Se anticiparon sus lágrimas
que perfumaron mi cuerpo
de resina estremecida
como cuando lloran los árboles quemados.
La palabra dolía tanto
como la verdad cuando miente,
como la noche que duerme
a solas en tu habitación
enredándose en la almohada
las hostilidades.
Después de haberle mentido
a la sonrisa,
le devolví la palabra
que siempre le perteneció.
Fue al besarla cuando me di cuenta
que tenía los labios fríos
y que algo se anticipó
a mi te quiero.
Llegué tarde a darme cuenta
que cuando el corazón
es generoso,
las palabras no hieren.


José Manuel Acosta.

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