cuando las lágrimas
ya estaban mudándose de sitio.
Sus últimas palabras
se tallaron en madera,
ocupando menos tiempo
que la justificación
de las oraciones.
Al mirarla,
su sonrisa resbalaba descalza
y pensé si allí,
caben las ofrendas
cuando se impone
tanta distancia.
Los ladrillos
la vistieron de recuerdo
y me fui
con aquella bestia
que domina mi conciencia.
José Manuel Acosta.
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