sábado, 22 de noviembre de 2014

LOS PROPÒSITOS NO TENÍAN QUE ESTAR AQUÍ

Me emociona mirar sus ojos,
sé que entre los suyos y los míos
hay un verso de distancia y no sé,
si el doble de vida o la mitad de bondad.
Él me contempla con esa curvatura
que tienen los labios cuando se le pone
precio a la sonrisa porque el estomago
está vacío de recuerdos,
sentí la necesidad de devolvérsela
esperando sin mucho acierto que no notase
mi fragilidad.
Desvié la vergüenza por un instante para
no desproteger mi corazón (si es que algo
de él me quedaba) a un escaparate que desnudó
por completo mi vida.
-¿ cuánto tiempo llevas aquí?
le preguntó una mujer con desgana, al tiempo que le daba un litro de leche, una bolsa de pan en oferta y un paquete con el que rellenar
el transcurrir de las horas.
Entre murmullos la mujer dijo con cierto enfado
- ¿ qué pena Dios mío?
Aquella infantil sonrisa, aquellos ojos que humeaban como el pan caliente, puso en duda
todos los valores del ser humano.
Llegué a casa con mi compra podrida
de intenciones y las condenas oliendo peor.
Me senté en el sillón, encendí el televisor y dejé
que la vida continuáse
como si no pasara nada.


José Manuel Acosta.

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