lunes, 2 de mayo de 2011

LA CASI PERFECTA AMBICIÓN

Hoy, despertando en el horizonte
cubierto de perlas cristalinas,
adiestro los esquemas de mi alma
para despreciar las lenguas hirientes
que de costado matan mis ilusiones.
En procesiones de suspiros
enciendo cirios de alientos
adueñándome de otras bocas
para esquivar tan inquieta mortalidad.
No sé, si atrapado en la gravedad de un abrazo
puedo sentir el bautismo de una mirada
o, si esa bendición,
usurpa el secreto de un beso
envuelto de vacíos
lapidando el silencio
para no escuchar el grito de la soledad.
Quizás, porque las ambiciones
no se identifican
con las cadenas del penitente.

José Manuel Acosta.

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