miércoles, 25 de mayo de 2011

LA ESPALDA DE LA RUTINA


Me perturba la impoluta palabra inconclusa,
cómo la oficialidad de los labios
cuando se les impone un beso.
Ella, mi pluma; femenina,
se desliza silenciosa
por el hueco rancio del hombre,
con sus aburridas cejas
siempre fruncidas de interrogantes,
y mordiendo los antojos del pasado
antes que la tarde empiece agitanarse,
su tinta en filigranas
se pone a escribir.
No muy lejos de mi mente
se contonea un sentimiento
en el rezo litúrgico
que atraviesa la nuca de un poema.
Está llamado a la posteridad,
a ese exhibicionismo público
que profana a su musa.
Los poetas somos epostracismos
en el aire que
no malgastamos sabiduría,
porque somos una prematura muerte
haciéndole una circuncisión a la vida.
José Manuel Acosta.

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