lunes, 2 de mayo de 2011

ROSA ENVIDIADA

Abandonado el polen
por la desesperación,
unos pétalos
de rosas rojas
callan su gesto
en una caída
que engulle la tierra envidiosa
por ese aroma que tanto
vaticinan mis clarines ansiosos,
la primera vez
que su viento rozó mis labios
compuse una alfombra de poemas,
pero la falta de ese aliento
cerró de golpe
la puerta de mi garganta
apretando el oxigeno
de un romance manuscrito
y latidos asfixiados.
Yo provoco a sus raíces
alimentando mí cuerpo,
esa viva huella
muere gritando
dentro, muy dentro de mi corazón,
y me levanto
como madre hierba
engendrando campos
donde pongo voz a la tierra.
Una vez más
mi tintero emocionado
se levanta como rosa florecida
y mis labios
sellan una carta herida
con destino te quiero.


José Manuel Acosta.

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