Puedes pintarte la cara de amarillo olvido cuando te acecha
por el borde de las manos la muerte y tu boca podando sonrisas.
Puedes ser lágrimas constantes en los desmayos que producen
las heridas abiertas
con la postura del cuerpo vencido suplicando clemencias y
las palabras, gritos desordenados distrayendo
la vergüenza de la lengua que confunde los perdones.
Cuando ves los ojos con estrellas fingidas en un cielo sin
nombre, cuando los quejidos se convierten en religión siendo tus estigmas una reliquia de fe inútil, es porque todo ése
dolor
no se cura con un padre nuestro ni tus lágrimas se sacian
con un ave maría donde te absuelven los credos todas las penas, entonces, es
mejor vivir en la sal escrita del lienzo de los versos para ser una depleción
cualquiera y llevar victoriosas las decepciones de la vida antes que crear una
distopía donde todo huele a muerte.
Quiero desvanecerme en mis culpas antes que subsistir en la
arrogancia castigada porque mi corazón, suena a hojas secas sin temores, a
rimas extravagantes pero en paz conmigo mismo
porque soy capaz de coser sayones muertos y algunos hasta lo
critican.
Pregúntate si eres capaz de mojarme la espalda con verdades
sustentadas en humildad
y luego te daré todas mis lágrimas a ver cuántas eres capaz de tragar si al mismo
tiempo que lo haces, mantienes tu sonrisa ocultando las penas que a nadie le
importa, si es que lo que deseas es el bien no creyendo que lo tuyo es peor que
en los demás.
Si algunos creemos que vamos a volver a la vida después de
muerto a enmendar errores
ya puedes ir dándote prisa en hacerlo porque ninguno vamos a
volver, por eso se inventaron los días internacionales, para recordarnos una
vez al año lo que debemos recordar a diario
pero tenemos la memoria distraída en banalidades fútiles porque
no tratamos a los demás, como nos gusta que nos traten a nosotros.
El gordo qué asco da, el flaco qué pena da, el de las gafas
pobre que no ve” ná”, el musculoso que bueno está, y yo prefiero un corazón
gordo, una tristeza flaca, las gafas para ver la vida y un cerebro musculoso.
Sé que la muerte me expía constantemente, le he perdido el
miedo porque más miedo me da las suplicas de la vida.
José Manuel Acosta.
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