Todos tenemos un cuadro de la ausencia, a veces está
reclinado sobre una mesa vacía
o sobre la blanca pared del recuerdo, todos tenemos un
cuadro clavado en el sentimiento, en la memoria, con el aliento de la muerte
soplándonos la nuca como la sonora lluvia de una primavera fértil.
La fiebre de una mano temblorosa tocará su inerte corazón
esperando de algún modo devolverlo a la vida y de pronto, escuchas una palabra
rota deslizándose por tu cuerpo con ése frío que llevaría una noche de invierno,
pero no sientes miedo, sientes que tu cuerpo coge la postura de las
intenciones, intenciones de abrazarte a ti mismo, de contar tu verdadera
historia.
Pruebo a mirar las fotografías que permanecen inquietas en
el cajón de las miradas ciegas,
donde están doblados los latidos sin tener que planchar sus
apariencias.
Miro en qué lado estoy en ellas, dejo que me absorba la
palabra dicha antes de la instantánea, la que dije después, y que me invada la
garganta lo que ha de salir por los ojos.
Recuérdate que no ha
muerto nada que vive en tu interior, que sólo fue un ciprés buscando sus falsas
apariencias del lamento que no existe, de
la cansada memoria del viento que se encoge en falsas oraciones o cuéntale
cuantas rimas salieron de tu boca con su nombre.
Yo le escribo todos los días a la muerte antes de ser
custodiado por el mármol, y allí odiaré las lágrimas calientes que no supieron
consolar las mías en vida y no mires mi silencio con un grito de dolor, ponle
una sonrisa a lo vivido contigo, que yo me voy complacido de haberte querido
de haberte amado tanto, que sólo tú dabas formas a ésas
palabras que ahora escribo.
No te enojes conmigo si le pongo zapatillas de bailarina a
mi partida, si ves que me despido con una sonrisa en los labios, es porque
hasta con mi muerte te estaré besando que hasta mi último aliento seguirás
siendo tú porque estaré dibujando tu silueta en la luz del más allá.
No, no le tengo miedo a la muerte porque sé que cada día voy
muriendo, que cada día voy quitando una letra del abecedario, por eso, deja que
siga escribiendo todas las palabras que siempre quise decirte por si algún día
se me olvida, sepas que siempre te quise con esta locura mía, porque lo que ha
encendido el alma, no lo podrá apagar la muerte, mi propia muerte.
-Si ves que me despido con una sonrisa, es porque tú has
sido mi única verdad-
José Manuel Acosta.
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