Eres el venéreo gemido de mis ojos,
la retorcida excitación de la lengua
que llena de locura tus pezones
mientras voy urdiendo con mis manos
absorberte por completo.
Siento tu lava ordenando mi armonía
cuando aprietas tus muslos
de ébano
en mi sangre sacralizada,
porque mis labios buscan
el fragmento abierto que esconde la venus tatuada.
Déjame recorrer tu pulpa silvestre
dibujando con las yemas de mis dedos
su geografía mortal,
para que ardiendo nos apaguemos
entre sábanas mojadas
hasta que los quejidos
sean efímeros silencios.
José Manuel Acosta.
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