martes, 17 de junio de 2014

CUANDO NO SE RIEGA LA VIDA ( reflexiones existencialistas) capítulo 6

Estas son las soledades visibles en las vertientes de mi alma.
Soy un epistemólogo cotidiano, a veces una palabra brillante puede convertirse en absurda
y cuando soy consciente de mi error, vuelvo a la epistemológica razón para no convertirme en gusano que se arrastra malherido por el fango.
Susurro con mis palabras cuando se sacuden violentamente sobre mis hombros tan inútiles como los falsos arrepentimientos  enterrando todas las promesas que no voy a cumplir. Sé que no a todos podemos caerles bien, es como los libros, leemos el que nos guste, pero corremos el riesgo que el título no hace honor a su interior. Tampoco me preocupa el ángulo correcto de cómo me ven, no es mi guerra hacer sentir bien a todos, corro el riesgo de ser lo que cada uno pretenda que yo sea. Algunos hasta me odian por ser una prolongación del amor, y ninguno me odiará cuando sea el finado presente de la tierra, yo no odiaré a ninguno de ellos, mis penas no las cuelgo en el balcón de los caprichos donde no suenan los ecos de las palabras bien dichas, la sinceridad no es agradable por mucho que sigamos afirmando todos que nos gusta.
Me asusta tanta envidia insalubre, para qué voy a envidiar la vida del vecino si probablemente él estará envidiando la mía, pero somos como una yedra trepando sin un destino fijo queremos abarcarlo todo y no llegamos a nada, por eso, yo busco con frecuencia mi soledad, porque aún no he encontrado otra manera de ver mis errores diarios.
La soledad es una tristeza que está escrita en la boca pero también una sonrisa dialogando con tus ojos, siempre hay una palabra que no me cuesta decir cuando me equivoco, perdón.
El perdón no se lleva los años si estoy equivocado, primero he sido corazón luego el alma escrita en poesía, para ser un simple germen contaminando toda dicha de vida porque si agoniza mi tinta, quedará mi sangre en cada uno de mis versos.
Antes que la muerte me persiga con sus besos, yo habré tenido cada uno de ellos con mayor o menor fortuna porque a cada uno de ellos les he puesto nombre aunque les haya dejado la verdad de mi lengua infame.
Cuando has abierto tu corazón de par en par, no importa cuántas personas se vayan  de él, porque  habrán estado dentro sembrando vida y se fueron por  olvidarnos de regarlas.

José Manuel Acosta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario