Estoy listo para consumirme entre los helechos de la vida,
los fracasos influyen en las decisiones y traicionan toda comprensión
ojeando los suspiros que con palabras incorrectas,
se olvidan de poner en hora el reloj de la felicidad.
Respiro el aire de los olivos que frente a mi casa se mueven en armonía
contoneándose con ése alarde que lleva el amanecer, cuando deja de pertenecer a la tierra
porque empieza a germinar las semillas del consuelo.
El alma grande de las personas, es asimilar los golpes de la vida
mientras la conciencia los domina volviéndose imperceptible lo que por
sus venas corre, y en cualquier lugar donde la fragilidad del corazón se
rompe en mil pedazos, hay propósitos de enmienda atendiendo
tus sentimientos.
Abre la ventana, siéntate a observar el paso del tiempo y piensa que siempre hay un motivo
para viajar con él, no limites tus pensamientos a lástima, a la constante pena de tu sufrimiento
porque a veces no serán comprendidos y muchas más de lo que piensas
acompañados, si de verdad eres honesto contigo mismo, poco a poco irás
moldeando tu existencia si no te cansas de cumplir tus expectativas y
date un plazo para construir tus sueños, porque el corazón bombea seis
litros de sangre por minuto junto a ochenta latidos, demostrando que se
produce por algo.
Cuando hoy te hayas levantado, piensa que todos
los amaneceres se han apoyado en las noches, que la vida corre como el
viento y se apaga tan rápido como una vela.
Si hoy te has levantado
con el propósito de estar triste, mira al cielo y da las gracias por
estar vivo porque siempre nos damos cuenta cuando estamos tristes, pero
pocas veces cuando somos felices.
José Manuel Acosta.
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