Hay vidas tan tristes, que no esperan mas que la propia costumbre de la existencia,
latidos sordos de un adiós vencido con la única apariencia del presente y entiendo,
que todos esperamos un futuro que a veces parece difícil porque se fueron todos los presentes de la vida.
Hay vidas tan tristes, que el dolor no te suelta y sólo eres un
prepotente olvido engranando incertidumbres, cosechando el instante de
la muerte.
No son ciertas las palabras que dicen: no te preocupes de
lo que ha de venir porque el futuro es incierto, no son ciertas porque a
veces, es la única esperanza a la que te aferras aunque esté lleno de
espinas cuando es más el dolor del corazón que la propia herida abierta.
Nadie quiere escuchar palabras vacías, sin contenido, sin un mensaje de
amor, pero amor de verdad, no ése amor que se llevan las formas de los
adjetivos o los verbos sueltos que salen sin sentirlo, ni yo quiero ése
amor falso e inútil, que a todos nos gusta la luna menos cuando la vemos
a través de la lluvia aunque sigue siendo la misma luna.
Desgraciadamente veo a tantos hipócritas hablando de la verdad, de la
amistad, del valor de la sinceridad y del amor, que me gustaría que le
dieran la vuelta a sus manos para ver cuánta verdad hay escritas en
ellas, que todo queda muy bonito cuando se dice, aunque yo prefiero
callar y sentirlo.
Si no vas a cumplir tus promesas no me las digas, si vas a mentirme no hables, si no sabes amar, no me ames, pero no lastimes.
Hay vidas tan tristes, que hoy quiero ser sus tristezas, y ser sincero
conmigo mismo, porque siempre, siempre, habrá un espejo mirando tu
propia verdad.
Hay vidas tan tristes, porque hasta la tristeza es un sacrificio
que ni el propio sacrificio entiende.
José Manuel Acosta.
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