se le van los años
desgastado por la triste presencia del recuerdo,
que su silencio es un deseo herido lleno de desgracias
y que la culpa se inclina sobre la madrugada
incapaz de liberar su condena.
Hay quien piensa que la saliva del poeta
se posa en la vértebra de los intentos
durmiendo en su propia sepultura,
llenando de palabras su alma en pena.
El poeta, renace en la lujuria de la noche
porque hasta su sombra es filosofía
cuando las palabras le murmuran al oído,
el poeta no se asoma a las lágrimas,
se ahoga su alma de espaldas a la vida
cogiendo un arma que no hiere.
El poeta tiene la virtud
de custodiar la palabra
sustentándole libertades.
Yo soy el poeta que
cerrando los ojos
mi pluma llora
cada vez que siente mi corazón.
José Manuel Acosta.
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