miércoles, 6 de agosto de 2014

LA PIEDAD.

Se fundió la soledad  vistiéndose la sangre de martirio,
no desprende ni cariño ni rencores
sólo es un olvido apagado,
una mirada callada
y un despertar sin intenciones.
Nadie pregunta nada y creen saberlo todo
hurgando en las heridas
con la odiosa amabilidad que desprende olor a muerto,
a pesar de todo,
tengo la respuesta oportuna
porque mi corazón es un metrónomo de sentimientos
que no ha marcado el tiempo de estos versos.
Algunos vienen con las sagradas escrituras bajo el brazo
ejerciendo su dominio de perdón,
aun cuando estoy despojado de sus consejos
sabiendo que la sentencia
será la misma para todos.
Aquí estoy sentado, junto a un crematorio de palabras
vestidas de luto
mientras vienen a juzgarme  apresuradamente
con  palabras ajenas.
Mi más preciado tesoro es el perdón,
cuando estéis crucificados
no vengáis a sacar mis clavos.

José Manuel Acosta.


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