viernes, 8 de agosto de 2014

PERDER EL TIEMPO

Hay un manantial de sombras asomándose a las lágrimas
en un camino pleno de muerte que convertimos en leyenda,
porque somos una vergonzosa historia de cuenta cuentos
dentro de nuestra propia fosa.
En ése sepulcro dormido, sólo hablan las oraciones escrupulosamente tímidas
esperando alcanzar la gloria si lavan tu epitafio en noviembre, aunque el olvido se queda en libros ordenando polvos y recuerdos amarillos.
Debajo de la tierra escribo mi ausencia que se dilata con el tiempo junto crisantemos viudos,
origen del alma sorda que gobierna las heridas hipócritas sujetas a cojas intenciones,
cuando en el lecho blanco de la sangre se han apresurado a quererte mucho
porque se han dado cuenta de lo corta que es la vida.
Déjame decirte, que tu voz no palpita en mi silencio, que fui lo que quise
porque si soy lo que otros quieren dejo de ser yo mismo, no soy ninguna lejanía profunda,
eres tú quien apaga su tiempo convirtiéndote en visible nada.
Estoy en el sendero de la luna ciega, todas las noches hablo con la muerte
para darme cuenta de lo importante que es la vida por las mañanas.

José Manuel Acosta.

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