viernes, 15 de agosto de 2014

EL DOLOR DE UNA MADRE

Los ojos llegaron tristes,
con un leve reproche de existencia
mientras lamía sin memoria
las consecuencias
de los miedos.
Dejó caer el cansancio
sobre la silla
envolviendo sus lágrimas
en las derrotas,
porque el dolor
no corresponde a nadie.
Se despidió como siempre
con un beso
oliendo a consuelo
susurrándome al oido,
quiero morir.
Me fuí con la suplica
descalza sobre mi esqueleto,
buscando de dónde
provienen los latidos
que nos dejan
ése olor a sacrificio.

José Manuel Acosta.

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